Ojo
Ando
con un ojo perturbado
como de hambre,
algo vio, o algo creyó.
Una campanada.
Un dibujo.
Un infinito.
Y ahora
se muere de ganas
de no dejarme mirar.
El otro ojo se fue al campo,
pasta,
a veces muge.
No sabe estar inquieto.
Y resulta que yo
soy hombre de mis ojos.
Y hoy
el ojo rebelde y el ojo manso
no armonizan pero acuerdan:
que está bien y está mal que florezcan maravillas,
que hay un sol en este pasmo,
un brillo en la tristeza
y una visión incurable que
gritar
podría
curar.