
Toco las luces. Mi mano gira sobre el tacto débil y respira exhausta. Ahora cambia. Ahora tiembla. Se encarnan en ella las supersticiones de la soledad que fluye, que está en el aire y junto a los objetos desmayándome. En la madera frágil de unos pinceles descubro el sabor a verde que destruye, el sueño fácil, la secreta armonía impulsiva de las cosas. El piso frío en mis ojos fríos se expande eterno y las paredes no contienen. Inmensamente azul, la casa. Mi casa. Mis respiraciones densas de mar pintan cuadros gigantes hiriendo y la luna. Luna antigua que se funde en insomnio, tan blanca y tan luna como el recuerdo vivo y la voz del espanto. Un segundo fatal del silencio que se vuelve color. Y un lugar tan azul que desangre.
1 Comments:
Y acá también.
Ñe.
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